jueves, 23 de abril de 2009

La necesidad de salvar al inocente


Está más cerca de lo que pensamos, aunque esta frase me lleva a pensar en el inocente de África. El niño negro con la barriga hinchada, que sin ser el culpable de nada, empieza a vivir una vida de castigo desde que es engendrado.


El inocente, es el que independientemente de su edad, cree en las bondades humanas, en la magia de la vida, en la energía positiva, en la salvación de todos y en la superación de todo los problemas.


Cuando el inocente es agredido, cuando pierde su confianza en el humano, es de vital importancia que aquellos que siendo inocentes, hemos dejado de serlo, le ayudemos y no sólo eso, si no que consigamos, rescatar su inocencia y depositarla de nuevo en el lado amable y bueno de la vida.

Los inocentes de carácter y de pensamiento, son los que hacen que el mundo sea mejor. Los que ayudan sin dudar al que conocen y al que no conocen. Los que sonríen sin esperar nada a cambio. Los que dan, sin pedir nada de vuelta.


El inocente, dañado, que duda en volver a confiar en la especia humana, que empieza a sentir el amargo sabor del desengaño, del agujero negro sin salida descubierta, necesita volver a creer, y los que estamos a su alredeor, necesitamos que él crea de nuevo. Debemos rompernos la cabeza buscando una solución para su dolor. La recuperación de estos inocentes, es vital para que la bondad de los humanos no pierda terreno ante el lado oscuro de ellos mismos.


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