martes, 28 de julio de 2015

Diario de Río: Hace tres semanas



Hace tres semanas, antes de venir a Río, necesité hablar con Suzete, la que organiza el voluntariado desde Madrid. Yo estaba muy nerviosa, vivía una cuenta atrás llena de altibajos, en ningún momento quise echar marcha atrás pero sí sentía miedo e incertidumbre. Los días anteriores a coger el vuelo fueron para recordar. Tan pronto lloraba de emoción y alegría como me ponía con los nervios de punta. Sabía que algo grande iba a pasar y por eso estaba tan sacudida, ese calor de 45ºC no ayudaba en absoluto.

Llevo más de dos semanas en Río, y parece que llevara mucho más. La intensidad de la vida aquí... es algo inexplicable.

Hace solo tres semanas yo necesité hablar con Suzete en pleno momentazo de estrés, felicidad, miedo, ilusión, todo a la vez aunque parezca incongruente. Ella me dijo "Dios está contigo y sabe que vas a ayudar a los suyos: los pequeños, los más vulnerables... tienes su protección".

Hoy esos pequeños y vulnerables tienen cara, ojos, boca, sonrisa, un abrazo, un beso, nombre, historia, días conmigo, conversaciones conmigo, juegos conmigo.

Hoy me queda un mes para irme, al ver la fecha se me ha partido el corazón. 

Un blog no puede reflejar mucho más que un texto.

viernes, 24 de julio de 2015

Diario de Río: La vida continua



Brasil tiene muchísimas cosas buenas, para mí, la primera, su gente y en especial sus niños y adolescentes. Para conocerlos es por lo que vine y hasta hoy me parece una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

El curso con los niños y adolescentes de hoy se ha visto interrumpido, el mensaje de que la policía ha subido a su comunidad ha corrido por los móviles como una mecha. El ánimo se ha truncado de inmediato, lo siguiente era la hora de la comida. Yo nunca había comido con la sombra de un tiroteo entre policías y narcos. No puedo describir la atmósfera en el comedor.

Los menores entienden la ruindad del mundo del tráfico pero no deja de ser la policía pegando tiros en sus calles, donde están sus padres y amigos, donde una bala perdida puede acabar con ellos. En muchos casos, esos narcos son familia y conocidos de los niños. ¿Quién habrá muerto hoy?

Algunos atrevidos  padres han bajado del cerro donde está la comunidad a recoger a sus hijos; algunos adolescentes se han subido solos diciendo que tienen que volver a sus casas, cruzar esas calles, ver con lo que se encuentran.

El nuevo sargento de policía está entrando en varias comunidades y acabando con algunos representantes de los narcos. Tras diez minutos de tiroteo, el resultado de hoy es cuatro muertos y dos heridos y los niños víctimas absolutas de toda la situación.

jueves, 16 de julio de 2015

Diario de Río: Corazón con corazón



Que este viaje marcaba un antes y un después en mi vida, yo ya lo sabía. Hoy he tenido plato fuerte después del desayuno y después de la comida también. Las conversaciones con la hermana Socorro preparando lo que vamos a hacer con los niños y adolescentes de las comunidades al día siguiente, son la guinda al acabar la jornada.
Esta mañana hemos hablado de la rabia con los adolescentes. No puedo transmitir con palabras las emociones. Llegado mi turno, he decidido hablar y les he abierto mi corazón porque para eso he venido y superado muchos miedos, después ellos han abierto los suyos. Nunca olvidaré lo que ha pasado. Hemos acabado la clase con abrazos. Nunca había abrazado así, nunca había sentido eso;  nunca he abrazado a nadie de esa forma; podríamos habernos quedado así durante horas, corazón con corazón. Quizá sea lo más humano que he hecho en mi vida.
Esta tarde hemos subido a las comunidades. Con el calor del invierno tropical llegamos a nuestro destino sudadas y sedientas. La visión es impactante; la basura, las aguas fecales, los animales sucios, un entorno totalmente insalubre, penoso. 
Seis u ocho niños y adolescentes reunidos hablando de nuevo de la rabia, qué nos hace sentir, cómo la encauzamos. Hemos dibujado una representación de este sentimiento. Cuando ha llegado mi turno, he explicado la mía, al terminar un silencio y una de las adolescentes ha dicho "forte".
De pronto un niño se ha tirado al suelo y se ha cubierto la cabeza, los demás han hecho algo parecido, yo he preguntado si es que había alguna fiesta, me han dicho que no, "son tiros".
Hasta que no hemos vuelto a la residencia no he dejado de sentir miedo.
Como siempre, las bellísimas montañas de Río de Janeiro en el horizonte; los hijos de Brasil sufriendo tanto; la vida continua. 

domingo, 12 de julio de 2015

Diario de Río: La cara en el espejo

Subíamos las cuestas a las tres de la tarde. La hermana Socorro, una monja mexicana, y yo, sudábamos el solano brasileño con los ojos puestos en el cerro donde se asienta la favela. Yo no tenía claro adónde íbamos, sabía que a una comunidad pero no podía imaginar lo que allí había. Sin darme cuenta, de pronto estaba en la entrada misma.  

Hay un clima de violencia que flota en el ambiente, las caras, las miradas que nos siguen, el coche rojo del traficante pasando cerca nuestro. La hermana Socorro tocó la primera puerta, íbamos a invitar a los niños a una excursión al jardín botánico de Río de Janeiro, seguramente un espectáculo de la naturaleza por todo lo alto. 


Al entrar en esa casa, cayéndose a trozos, con muebles viejos y rotos, olores extraños, suciedad ordenada, saludé tal y como la hermana Socorro lo hacía, a todos di un abrazo prolongado. Me sentí como en una película sobre las comunidades brasileñas, ahí estaba yo, en pleno film. 

Tenía tal impresión que noté mi cara de extrañeza combinada con una sonrisa que intenta aparentar tranquilidad. Busqué mi cara en un espejo, nunca me la había visto así, los ojos como platos, la boca sonriente. Algo teatral. La visión de todo me dejaba sin palabras y mi propia cara devuelta por el espejo tenía igual efecto en mí.

Mi cara, sus sonrisas y el implacable valor de la hermana Socorro. Aquí nada te deja indiferente.

Diario de Río: Un arma, una mujer y dinero en mano




Ayer aterricé en Río de Janeiro. Por fin, mi sueño del voluntariado se hacía realidad. Hoy he visitado las favelas por primera vez. Gracias a que iba con la hermana Socorro porque en mi vida se me hubiese ocurrido poner un pie allí si no hubiese sido con ella. La pobreza, la apariencia de todo, me han impactado sobremanera. 

No esperaba verme como en una película. Las casas hechas con ladrillos por ellos mismos, el agua estancada, los perros flacos y llenos de pulgas, las tiendas con frutas, los jóvenes dando vueltas en motos. La naturaleza exuberante, esos cerros cubiertos de verde, árboles y plantas, plataneras, mangas, lo que sea pero frutal, la naturaleza es muy generosa aquí. 

Las caras de la gente y sus muchos hijos, todos más o menos vestidos. En todas las casas hay tele, todo el rato encendida, también se arreglan las uñas esas muchachas sin perspectivas. Son cariñosos y a la hermana Socorro la respetan mucho, por eso yo me sentía segura.

Un niño vive con sus hermanos y madre en una pequeña habitación. A la madre le cortaron un pie por una enfermedad, no puede trabajar, el padre no se sabe qué hace. No tienen ayuda ninguna, ¿adónde podrían llegar estos niños? El único remanso de paz es estar con las religiosas los fines de semana.

Otro de 15 años ya sirve al tráfico. Hemos visitado la casa de su abuela, ella lo echó ayer porque él la amenazó con una pistola que le han dado los traficantes. Viven en una casa muy pobre, pero tienen tele, móviles, etc. No es tanto el problema de la pobreza como la violencia que se respira en el ambiente. A los niños los traficantes les dan un arma, una mujer y dinero en mano. Es muy fácil caer.

De camino a casa, ya de noche por esa comunidad, por esas callejuelas por donde no se mete la policía, hemos encontrado a al niño que ya sirve al tráfico, y le decía la hermana Socorro que tiene que pedir perdón a su abuela. Yo he observado que un chico bien vestido se ha parado a observar la conversación, también un coche rojo con la música puesta daba vueltas lentamente cerca nuestro. La hermana Socorro me ha dicho que eran los traficantes controlando lo que decíamos al niño, le he preguntado si estábamos en peligro, ella ha dicho que como mucho podrían habernos apuntado con un arma pero no disparado. Me he quedado sin palabras.


Descendíamos el camino con la vista de Río de Janeiro al fondo y un atardecer rojizo precioso, tan intenso como la vida en la comunidad.