viernes, 6 de julio de 2012

The power of people

Artículo publicado en Ideas Clave Magazine

En estos tiempos turbulentos en los que sólo nos alegramos de ser españoles cuando ganamos un partido de fútbol (a pesar de no haber tocado el balón), en esta época oscura, ahora, que casi estamos convencidos de no poder hacer nada contra la tiranía del poder, prenden la chispa de la esperanza.

Tras 24 años de gobierno del Partido Popular (PP) en el Ayuntamiento de Torrelodones (con la consiguiente ristra de abusos urbanísticos, como venía y viene siendo habitual en nuestro país) gana las elecciones de 2011 un partido nuevo compuesto por vecinos llamado VxT (Vecinos por Torrelodones).

Nada más coger el timón, la nueva alcaldesa, Elena Biurrun, sin despeinarse, despide al personal de confianza del anterior gobierno y pasa a utilizar al personal municipal (para eso están los funcionarios que han llegado ahí por su mucho estudiar y no por extraños méritos del tipo “vamos, hombre, te hice un favor”) ahorrando así 250.000€ al año; se baja el sueldo un 20%; prescinde del coche oficial aunque también se le podría llamar nave espacial oficial ahorrando al Consistorio 24.000€ anuales; elimina las comidas protocolarias por valor de 4.000€ mensuales; quita una alfombra cuyo mantenimiento costaba 1.000€ al año; Y acomete lo “imposible”, pagar a todos los proveedores y aún así consigue cerrar el año con un superávit de 5,4 M€ a pesar de nuestra brutal crisis. Suena increíble, pero lo mejor, es que es real.

“Ha sido un camino lleno de sacrificios”, declara la superwoman, “todo es posible con una buena gestión”. Así de simple, tanto que es obvio que los poderes (local y nacional) están en manos de incapaces (faltos de talento) o, aún peor, de tiranos (persona que abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia). ¿Qué es más escalofriante?

Y es que los azules defienden las actuaciones del PP a destajo y los bermellones hacen exactamente lo mismo con el PSOE. No se puede ser diputada porque tu padre sea un pez gordo en el partido. No se puede ser consejero porque tu tito lleve en la poltrona casi veinte años. A cada gobierno, la mitad de la población le perdona sus graves faltas, y así nos va.

El pueblo debe ser implacable con sus gobernantes; debemos castigar en las urnas al que traiciona nuestra confianza, y si no hay ninguno apto, hemos de organizarnos para tomar las riendas, como han hecho en Torrelodones. La política no es una carrera profesional, es un servicio al pueblo.

Y cierro el artículo con una cita dedicada a nuestra clase política: una vez que te has ganado la confianza de una persona, adquieres una responsabilidad con ella para toda la vida.

martes, 5 de junio de 2012

Salir por Murcia, torear de noche

Hoy un poco de humor, sin ánimo de ofender a nadie. En Murcia, hace unos años alguien tuvo la idea de poner bares de copas en la plaza de toros; está bien esto porque una se ahorra de pagar taxi o de conducir a altas horas de la madrugada en dudoso estado si quiere continuar la noche en una discoteca. ¡Estupendo!

No sé cuánto tiempo lleva el Musik o "miusik" abierto, había oído hablar de su buena música (como ponen a los Rolling, a mí me sobra) pero no de su público. He pasado bastante tiempo viviendo fuera y me he hecho a las costumbres de los países del norte o, como otros los llaman, los europeos. Quizá por eso me chocó todo tanto y eso que las cervezas ingeridas amortiguan los acontecimientos.

Cruzaba yo a las cuatro de la mañana los tendidos de la plaza de toros de Murcia sin saber que iba a torear. Con mi capote y mi espada, es decir, mi cerveza y mi pitillo, me encuentro con una revuelta a la entrada. Unos tocando el tambor, otros con pancartas. La noche anterior, el gorila de la puerta le había pegado a un senegalés y los amigos de éste habían atacado al gorila a golpe de monopatín. Resumiendo, se repartieron galletas, al día siguiente todo era: has sido tú-has sido tú-has sido tú-no tú-no tú-no tú.

Paso del rifirafe porque no va conmigo y, como ya he dicho, la cerveza ingerida lo amortigua todo. Entro en el ruedo. Muchísimos toros beodos y sonrientes y toreras bailonas vestidas de luces. Un gran dinamismo y buena música como me habían indicado.

Me dirijo al burladero a pedirme una cerveza, por el camino me sale un toro. Un palmo de cabellos de punta bien engominados y una frase: A la paz de Dios. Saco el capote y supero sus interesantes palabras. Me cambio de sala dando un giro oportuno al ritmo de twist de Pulp Fiction y no recojo el capote pues otro torito bravo viene a por mí: ¡Eres la más guapa! Sonrío con gracia y con otro giro, los brazos levantaos para que no me manche la sangre del toro y exclamando ¡hey! me sitúo en una zona despejada de la plaza. Viene mi amiga con giro parecido y me comenta: Me ha dicho que tú eres guapa pero que yo le pongo. Seguidamente me muero de la risa saco mi espada y apunto al suso dicho, le hago entender que no se me vuelva a acercar. Recuperadas del ataque de risa salimos al ruedo otra vez, para eso somos mujeres del sur y no nos asusta nada. Se me cae la montera, sin querer, al recogerla empujo a un toro, antes de que muja, ya sale su torera a defenderlo, boca torcida, gesto de chula. En vez de enfadarme, respondo con hilaridad. Sigo con mis piruetas, mi capote pegado al cuerpo, graciosos volantes me acompañan (al menos así me veo yo). Reposo delante del burladero en donde hay un altavoz que se puede girar. No se me ocurre otra cosa que enchufárselo en la oreja a la torera cuyo toro antes había empujado.

A las cinco de la mañana concluyo que ya he tenido suficiente, que después de todo mi carrera es el periodismo, no la tauromaquia, y que el ligar, se va acabar.

sábado, 24 de marzo de 2012

La gran Europa: tan lejos, tan cerca


España y Polonia, dos países oficialmente europeos, miembros de la UE. Tan cerca y sin embargo tan lejos de la gran Europa; ésa, la rica, la que está bien organizada, llena de oportunidades. Ésa que tiene como corazón a la "locomotora alemana" y como cerebro a la ejemplar Suecia. España y Polonia, por ejemplo, pues no estamos solos a la cola del desarrollo, fronteras geográficas de este desarrollado continente, solo pueden soñar con las ayudas económicas y con esas atractivas oportunidades. Jóvenes, y sobradamente preparados, que se miran al espejo, buscando sus oportunidades en sus miradas, y éste les responde con un interrogante. Parece que la caída libre ha terminado cuando descubrimos, con un nudo en el estómago, que no, que seguimos cayendo. España y Polonia, tan lejos y tan cerca del sueño europeo.

Y Marruecos. Quiere raspar lo que le caiga de España, pero es que de aquí ya no puede caer nada más. Me parece que la situación es desbordante, insostenible. Entonces charlo con Nadia, marroquí, 41, de un pueblo perdido. "No encuentro trabajo", me dice. Le respondo que todo está muy difícil, que para mí todo es muy jodido también, ¿qué le voy a contar? Como una alfombra que se desenrolla, me dice la verdad de su situación. "Si no encuentro trabajo en una semana, tendré que volver a Marruecos, donde nada más bajarme del ferry, me espera mi hermano para subirme en el coche y encerrarme en casa. Las mujeres de mi familia no podemos trabajar, no tenemos permiso para salir, solo si los hombres lo deciden, y no lo deciden nunca. No podré volver a España en los próximos tres años". ¿Te quedarás encerrada durante tres años?, le pregunté ensombrecida. "Sí".

Nadia y yo tenemos muy diferentes conceptos del sueño europeo, o quizá sea el mismo... En todo caso, las oportunidades marcan las auténticas fronteras.

lunes, 5 de marzo de 2012

La lluvia en la ciudad



Iba caminando por la calle pensando en lo que le acababa de decir. La frase se repetía en su cabeza y le provocaba presión en el pecho, sentía que no podía respirar. Siguió caminando con la mirada en la acera mojada sin ver su propio reflejo. Los demás corrían buscando una cornisa bajo la que refugiarse de la tormenta. Ella dejó que la lluvia la empapara deseando que se llevara su pena a las alcantarillas de la ciudad y lejos, la llevara muy lejos de ella, al océano, si pudiese ser. Al océano donde todo había comenzado hacía unos meses. Dicen que las experiencias más sobresalientes de nuestras vidas las vivimos cuando viajamos solas; para ella, así era. Un perro la observaba desde la esquina, incluso él se había puesto a cubierto. Cuando ella pasó por su lado el perro le dio con el morro en la mano, como queriendo consolarla. Los animales son más sensibles que los humanos, pensó ella, se percatan del dolor aunque no seamos de la misma especie.

El viento corría violentamente por las calles y pegaba sin remilgos a mujeres y niños; los zarandeaba, los empujaba al suelo, los revolcaba por la aceitosa carretera. Una rama de un gran árbol cayó al asfalto fulminada por un rayo o enfado de Dios. A ella le dio igual, la rabia y el desconsuelo la conducían sin rumbo en el caos de la urbe. Los coches se detenían improvisadamente en medio de la carretera y sus conductores no podían ver adonde dirigirse pues el agua que caía del cielo era como en el diluvio universal. Un coche estuvo a punto de atropellarla, otro y otro más, pero a ella le daba igual, no le hubiese importado morir. De pronto, en medio del ruido, de los rayos, del vendaval, de la copiosa lluvia, un brazo la rescató de la muerte, a lo mejor le tendría que haber preguntado primero si quería que la salvara; ella hubiese respondido que no. Pero el brazo no se lo pensó y como un gancho de vida la apartó de las ruedas del gran camión de basura, pues la mierda en la ciudad es mucha. A tiempo no frenó el camión y por eso se estrelló contra una palmera de grueso tronco que se quejó y llamó idiota al conductor.

Ella tenía el pelo mojado cubriéndole la cara y la mirada perdida, ni siquiera se había asustado ante la muerte. El hombre salvador la miró con un intenso interrogante en sus ojos y ella no levantó la mirada de la acera, igual que antes de que el camión se dirigiera hacia ella sin control. Prendado de su melancolía, sintió que no quería dejarla marchar, los segundos transcurrían. Ella no hizo por desasirse, él se preguntó si aquello eran lágrimas o gotas de lluvia en su preciosa cara. Sin quererlo remediar, la acercó a su pecho y le dio un gran abrazo, la abrazó con todas sus fuerzas y la ternura los empapó.