sábado, 13 de agosto de 2011

Al encender las luces




La cálida luz del desierto y el arte flamenco llegan a Barcelona con Dunas

Solo tres noches, dos, tes y cuatro de agosto, se ha mostrado Dunas en el teatro Liceo de Barcelona. Este espectáculo flamenco y árabe, moderno y antiguo, lo ha hecho la artista española María Pagés en colaboración con Sidi Larbi Cherkaoui, un bailarín belga de padre marroquí e internacionalmente conocido. Gracias a estos dos grandes de la danza, los habitantes de la ciudad condal hemos tenido un respiro en estos días de intenso calor húmedo y cielo gris.

Pagés ha ofrecido, una vez más, una obra de arte. La belleza de Dunas radica en su sencillez y remembranza de los tiempos pasados en los que la cultura cristiana y musulmana estaban en contacto en España. La pasión por el flamenco de Pagés combinada con la danza moderna con tintes marroquíes de Cherkaoui nos arrastraba a una esfera de arte sublime suspendida en un mundo en caos. La música en directo, los acompañaba en el mismo escenario a cargo de Barbara Drazkowska (piano), David Moñiz (violín), José A. Carrillo, Fyty (guitarra), Ismael de la Rosa (voz-flamenco), Chema Uriarte (percusión) y El Arabi Serghini (veuàrab).

El teatro Liceo es un gran edificio en medio de Las Ramblas; frente a él siempre hay un grupo de turistas tomando fotos de su fachada, pero pocos de ellos se interesan por consultar la programación, comprar una entrada y disfrutar de los tesoros, alimentos del alma, que en él se muestran. La situación de España se refleja en el teatro, y en aquél espectáculo lo hizo sin miramientos. El patio de butacas estaba repleto; el siguiente nivel, la platea, ya iba mostrando más sillones solitarios; la primera, segunda y tercera planta estaban absolutamente desiertas, y la cuarta, la barata, de nuevo a reventar.

No sé si Pagés y Cherkaoui se dieron cuenta en el momento de la ovación, pues duró lo suficiente, pero allí estaba lleno sólo lo más caro y lo más barato de los asientos del Liceo. El patio de butacas y el gallinero o el cielo, como se suele llamar. No había punto medio.

¿Cuántas personas deberían haber ocupado sus asientos en las tres plantas vacías y no pudieron costearlo?

Por una hora, gracias a Pagés y a Cherkaoui, nos olvidamos de los duros tiempos, pero al enceder las luces, nos dimos cuenta de las filas vacías.