lunes, 10 de agosto de 2015

Diario de Río: Un sábado en Río



Cruzar en barco la bahía de Guanabara desde Niterói a Río de Janeiro al atardecer es una de las cosas más bonitas que hay en el mundo, pero incluso puede ser mejor un sábado por la noche en la ciudad carioca.
 
La vida en las calles, las reuniones de capoeira acompañadas de su música en cualquier pasadizo, el color de sus cantos, el ritmo de sus tambores, las sonrisas de los que luchan vestidos de blanco, las palmas de los que los miran, todo hace que la noche de Río sea sensacional y única. Poco más allá, un grupo de diez músicos toca samba tradicional, y la gente alrededor pide cerveza y baila felizmente.
 
En este ambiente festivo y despreocupado, aparece una niña vendiendo adornos para el cabello y yo sentada en una mesa esperando que trajeran la cena. Se te corta el apetito cuando ves a una niña pedir limosna, vagabundeando de noche, plenamente expuesta a todo peligro y proposición. Su mirada me recordó a una de las mías; le di un billete y me dio a elegir un adorno de su bolsa. Se me cortaron las ganas de cenar, de beber y la alegría de la samba resonó de pronto muy lejana, irreal.
 
Cinco minutos después vino el plato fuerte para mí, y no me refiero a la cena. Otra niña, quizá un poco mayor, puede que 14 años, es difícil decirlo y acertar. Su cuerpo castigado, su piel sucia, sus piernas y brazos escuálidos, su voz, esa voz de quien le da al crack desde hace tiempo y sobre todo su cara de muerte, no la puedo comparar con otra cosa.

Apareció como una aparición al final de la calle, se hizo notar, bailó samba de aquella manera, se metió entre las pequeñas mesas; se me acercó,  pidió dinero para lo que ya sabemos, le di monedas en vez de billete, se quejó y siguió su ruta con la mano llena de recaudación tan flaca como ella.
 
Ambas marcaron mi retina para siempre.
 
Para completar el día, en el post La vida continua hablaba de una redada en uno de los cerros de Niterói, el jefe narco del lugar recibió balazos de la policía y herido quedó. Ayer sábado supimos que alguien lo buscó en el hospital y acabó con él. Puede que el bando contrario para asegurarse de que no salía vivo de allí, puede que su propio bando para evitar que hablara de más. Las tiendas y comercios fueron obligados a cerrar por los narcos en honor al jefe muerto. La vida se paralizó.

Leímos en el periódico que un hombre había sido asesinado de un tiro en la cabeza en una céntrica plaza, los pistoleros se dieron a la fuga. El diario además hablaba de una persecución policial a un par de jóvenes en moto con tiroteo incluido, todo en Niterói.
 
Pero la gran noticia del día era que la policía había matado al mayor traficante de Río.
 
Y todo esto en un solo sábado. Un sábado en Río.

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