jueves, 31 de marzo de 2011

Ángeles y políticos




Tras leer el título del artículo, probablemente uno se pregunta qué tienen que ver los ángeles con los demonios, perdón, políticos. Nada. Por eso escribo este artículo.

En una de las muchas listas publicadas anualmente con información tan poco verificable como quiénes son las mujeres más influyentes del mundo, señalaban a la Madre Teresa de Calcuta como la número uno. Si esto fuese verdad, nuestro mundo sería otro, y nuestros políticos, ángeles bajados del cielo, venidos para ayudarnos; seres altruistas y filántropos hasta el fondo de sus almas. Sin embargo, esta no es la situación, y es que se ha cometido un grave error al diseñar el sistema: enlazar el dinero con la carrera política.

Dedicarse a la política no debería significar una vida llena de lujos, sino todo lo contrario. El sueldo político más alto debería ser de 3.000€ para el presidente, y de ahí para abajo. En los países más avanzados, los del norte de Europa, los políticos tienen unos salarios irrisorios. Claro, esta es la manera de evitar morralla en los cargos desde donde se dirige el país. ¿Qué político español se atreverá a hacer este recorte?

Los salarios de estos sujetos, deberían ser mínimos, así nos evitaríamos tener en el Gobierno a un ambicioso ser guiado por la avaricia. También nos quitaríamos de en medio a aquellos que sin saber a qué dedicarse, ceban el nepotismo, aceptan el enchufe familiar y se meten en el partido de su papá o mamá; de éstos conozco algunos.

El político debería ser una persona parecida a un ángel; inspirado por el bien común y la paz mundial, que vienen a ser lo mismo. Debería tener como icono a la Madre Teresa de Calcuta, y no a presidentes de bancos o líderes de ideas y movimientos que han dado al traste en más de una ocasión.

Es que no puede ser que nuestro sistema político vaya bien, y con él, nosotros, si estamos en manos de ineptos ansiosos de poder. Gentes egoístas que sólo se preocupan de su enriquecimiento, de cómo no perder las elecciones y de cómo derribar al contrincante con las sucias mentiras o deprimentes verdades.

Pocas diferencias hay entre la arena política española y un burdel, ambos sitios están llenos de gente vestida con un precio. Algunas rameras llevan falda y otras chaqueta y corbata, pero ambas son rameras al fin y al cabo. Van con el que mejor paga.

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