En
estos tiempos turbulentos en los que sólo nos alegramos de ser españoles cuando
ganamos un partido de fútbol (a pesar de no haber tocado el balón), en esta
época oscura, ahora, que casi estamos convencidos de no poder hacer nada contra
la tiranía del poder, prenden la chispa de la esperanza.
Tras
24 años de gobierno del Partido Popular (PP) en el Ayuntamiento de Torrelodones
(con la consiguiente ristra de abusos urbanísticos, como venía y viene siendo
habitual en nuestro país) gana las elecciones de 2011 un partido nuevo
compuesto por vecinos llamado VxT (Vecinos por Torrelodones).
Nada
más coger el timón, la nueva alcaldesa, Elena Biurrun, sin despeinarse, despide
al personal de confianza del anterior gobierno y pasa a utilizar al personal
municipal (para eso están los funcionarios que han llegado ahí por su mucho
estudiar y no por extraños méritos del tipo “vamos, hombre, te hice un favor”)
ahorrando así 250.000€ al año; se baja el sueldo un 20%; prescinde del coche
oficial aunque también se le podría llamar nave espacial oficial ahorrando al Consistorio
24.000€ anuales; elimina las comidas protocolarias por valor de 4.000€
mensuales; quita una alfombra cuyo mantenimiento costaba 1.000€ al año; Y
acomete lo “imposible”, pagar a todos los proveedores y aún así consigue cerrar
el año con un superávit de 5,4 M€ a pesar de nuestra brutal crisis. Suena increíble,
pero lo mejor, es que es real.
“Ha
sido un camino lleno de sacrificios”, declara la superwoman, “todo es posible con una buena gestión”. Así de simple,
tanto que es obvio que los poderes (local y nacional) están en manos de
incapaces (faltos de talento) o, aún peor, de tiranos (persona que abusa
de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia). ¿Qué es
más escalofriante?
Y
es que los azules defienden las actuaciones del PP a destajo y los bermellones hacen exactamente lo mismo con el PSOE. No se puede
ser diputada porque tu padre sea un pez gordo en el partido. No se puede ser
consejero porque tu tito lleve en la poltrona casi veinte años. A cada
gobierno, la mitad de la población le perdona sus graves faltas, y así nos va.
El
pueblo debe ser implacable con sus gobernantes; debemos castigar en las urnas
al que traiciona nuestra confianza, y si no hay ninguno apto, hemos de organizarnos
para tomar las riendas, como han hecho en Torrelodones. La política no es una
carrera profesional, es un servicio al pueblo.
Y
cierro el artículo con una cita dedicada a nuestra clase política: una vez que
te has ganado la confianza de una persona, adquieres una responsabilidad con
ella para toda la vida.
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